En 1931, Barcelona se había postulado como candidata para organizar los Juegos Olímpicos de 1936, aunque finalmente el Comité Olímpico Internacional terminó eligiendo a Berlín como sede de las Olimpíadas. Esto significó el regreso de Alemania a la comunidad internacional tras su aislamiento después de la derrota de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, desde la elección de la sede hasta la celebración del acontecimiento, había sucedido algo inesperado: el ascenso al poder del nazismo.
En agosto de 1936, el régimen nazi intentó camuflar sus violentas políticas racistas mientras auspiciaba las Olimpíadas de Verano. Se retiraron temporalmente la mayoría de los letreros antisemitas y los periódicos moderaron su dura retórica. Durante dos semanas, la dictadura nazi de Adolf Hitler camufló su carácter militarista mientras era anfitrión de las Olimpíadas. De esta manera, aprovechó los Juegos Olímpicos para presentar a los espectadores y periodistas extranjeros una falsa imagen de una Alemania pacífica y tolerante.
En los Estados Unidos, España, Gran Bretaña, Francia, Suecia, Checoslovaquia y los Países Bajos surgieron movimientos para boicotear las Olimpíadas de Berlín de 1936. El debate sobre la participación en los Juegos olímpicos tuvo mayor intensidad en los Estados Unidos, que tradicionalmente enviaba una de las delegaciones más numerosas a los Juegos Olímpicos. Avery Brundage entro a ocupar el lugar de Ernest Lee Jahncke en el COI, y logró llegar a un acuerdo con los estadounidenses para que apoyaran y participaran en Berlín; tenían que cambiar la propaganda y admitir a los atletas judíos. El Comité estadounidense llevó una votación entre sus miembros para decidir la asistencia a Berlín o aplicar el boicot. Salió el fallo 58 a 56 en favor a los que apoyaron la idea de estar presentes en Europa, otros países acataron la resolución y el movimiento a favor del boicot fracasó, con la excepción de España que si cumplió con la amenaza.
Además de no enviar su equipo olímpico a Alemania, la España republicana decidió organizar una competición alternativa a los Juegos de Berlín. El acontecimiento recibió el nombre de Olimpiada Popular y pretendía ser un evento de ambiente festivo que pusiera el acento en la fraternidad, la igualdad y la lucha contra el racismo: en el póster oficial aparecían dibujados tres atletas con diferentes tonos de piel. Mientras el resto del mundo miraba hacia otro lado, la Olimpiada Popular plantaba cara al fascismo. Y como no solo de deporte vive el hombre, se programaron una serie de actividades culturales para complementar las pruebas deportivas.